Tica Font y Pere Ortega
Vicent Martínez Guzmán (1949-2018), catedrático emérito de filosofía en la Universidad Jaume I (UJI) de Castellón, murió el pasado 23 de agosto, de un cáncer contra el que ha estado combatiendo los últimos diez meses de su vida. Su itinerario académico, lo inicia como profesor de instituto en la La Vall d’Uixó de Castellón, su pueblo natal, pasando después al Departamento de filosofía en la Universidad de Valencia, y posteriormente, se trasladó a la Universidad Jaume I de Castellón, de donde fue vicerrector y desarrolló gran parte de su carrera académica. Allí, creó el primer Máster universitario de doctorado en España de “Estudios Internacionales de Paz, Conflictos y Desarrollo” de carácter internacional e impartido en lengua inglesa.
Su residencia siempre fue en La Vall d’Uixó, ciudad de la que se sentía muy orgulloso, en especial de su variante dialectal del catalán/valenciano, el vallero, de la que siempre utilizaba alguna de sus peculiaridades lingüísticas para amenizar sus conferencias. Su aportación académica a las ciencias sociales ha sido inmensa por su trabajo en la investigación de la filosofía para la paz, que plasmó en diversas publicaciones entre la que hay que destacar su Filosofía para hacer las paces (2001). Una obra, quizás poco divulgada en España, pero de un gran reconocimiento a nivel académico en España y en el ámbito internacional, pues ha ejercido una gran influencia entre los investigadores de la paz. Martínez Guzmán se relacionó con la mayor parte de los investigadores más relevantes que han trabajado en construcción de paz, desde Johan Galtung, David Cartwright, Oliver P. Richmond, Paul Rogers, Tom Woodhouse, Jean Paul Lederach entre otros, muchos de los cuales impartieron clases en el máster que dirigió en la UJI. Cátedra reconocida por la UNESCO que recibía alumnos de los cinco continentes por el alto nivel de su profesorado. Su impronta académica tanto a nivel nacional como internacional ha sido enorme, dejando a numerosos/as discípulos/as, e impartió clases en numerosas universidades españolas y algunas extranjeras (Frankfurt y Berkeley).
Estuvo vinculado a numerosos centros de paz españoles, que no se enumeran por no aburrir al lector, pero se sentía especialmente orgulloso de AIPAZ, la Asociación de Investigación por la Paz, de la que fue fundador e impulsor, pues veía la necesidad de que España contará con una red que agrupara a los centros, académicos o no, así como a los investigadores/as que trabajan en la construcción de la paz.
Martínez Guzmán era un experto en Kant y la influencia kantiana en su obra es indudable. Su Filosofía para hacer las paces bebe directamente de la La paz perpetua. Pero con muchas aportaciones de la historia de la filosofía, desde Aristóteles a Judith Butler, su investigación consistió en recorrer los marcos conceptuales de las aportaciones que sobre la paz han hecho múltiples filósofos. Especial atención mostró por la perspectiva de género y la teoría de los cuidados, de la que son muestra las numerosas tesis doctorales que dirigió sobre este marco teórico y de la que son expertas algunas de sus mejores discípulas.
Otro de los valores que se deben destacar de Martínez Guzmán es el haber sido un hombre de amplios consensos, podía dialogar con las más diferentes disciplinas e ideologías. Se podrá añadir que no podía ser de otra manera tratándose de un hombre de paz. Pero iba más allá, para evitar imposturas y personalismos, nunca en sus escritos se puede encontrar la primera persona, ni en singular ni en plural, sino en condicional. De este modo pretendía remarcar que las paces se deben buscar más allá del yo o el nosotros, sino de lo que podría ser. De la misma manera que hablaba de “paces” y no de “paz”. Porque para afrontar los conflictos por métodos no violentos, no hay ni un sólo camino, ni se conseguirá una sola paz, si no que habrá paces, diversas, diferentes, plurales y todas ayudaran en la transformación del conflicto. Su gran aportación filosófica en los estudios sobre las paces fue lo que él denominaba como “giro epistemológico”, que se sintetizaba (perdón por el reduccionismo) en el cambio que se debía originar en el pensamiento convencional que da como inevitable la utilización de la violencia para resolver los conflictos, entre ellos, el más perverso, la guerra, cuando, la humanidad, puede afrontarlo por medios pacíficos y sin infringirse daño. En sus conferencias, era habitual qué para ejemplificar el giro epistemológico y contrarrestar a quienes denostan o desprecian el diálogo y los medios pacíficos, decía: “Los pacifistas son los realistas, los utópicos son aquellos que quieren conseguir la paz utilizando medios violentos”.
Por su contribución a los estudios de la paz, recibió diversos galardones, pero sentía especialmente gratificado por haber sido distinguido como hijo predilecto de La Vall d’Uixó, ciudad donde promovió que su Ayuntamiento se adhiriera a la red mundial de Majors por Peace. Bajo su impulso el consistorio creó un Museo de la Paz, espacio al que cedió su biblioteca.
Nunca mejor dicho, que Vicent Martínez Guzmán descanse en paz, sus amigos y amigas del Centre Delàs d’Estudis per la Pau continuaremos trabajando en hacer las paces.