Comunicado “Un drama de larga historia en el aún corto siglo XXI”

No cabe duda de que el s. XX hizo grandes aportaciones a la ciencia y al desarrollo humano, pero también es desgraciadamente cierto que siempre llevará el baldón de haber sido capaz de producir dos guerras mundiales y de haber consentido el genocidio de los Balcanes, entre otras deplorables guerras. Una de ellas la que sembró las tierras de nuestro país con cerca de un millón de cadáveres. Llevamos camino de que el s. XXI sea históricamente recordado por la inconcebible situación en que se encuentran actualmente más de 60 millones de personas refugiadas y desplazadas. En el año 410 circunstancias parecidas a las actuales propiciaron el saqueo de Roma, capital del Imperio. Piensan algunos que otros poderes tan importantes como aquellos pudieran verse socavados por el maltrato sociopolítico que movimientos demográficos similares están recibiendo de Occidente. No es pues atrevido concluir que nos encontramos con un problema históricamente trascendental al que hay que dar solución si no queremos que sus consecuencias sean irreparables.

La Asociación de Investigación para la Paz (AIPAZ), ante esta triste realidad quiere lanzar al público su modesta reflexión sobre este hecho.

No es lo peor constatar que diariamente salen de sus respectivos países miles de personas en busca de seguridad. De esos millones de personas expulsadas por una u otra razón, son también miles las que han muerto a lo largo del camino ahogados en el Mare Nostrum, en las orillas del Egeo, en las cercanías de Turquía o en otros mares del mundo. Los medios de comunicación hablan de 10.000 niños y niñas desaparecidos, de violaciones y de maltrato durante el trayecto, de 400.000 personas sin acceso a la ayuda humanitaria, de 13 millones y medio de desplazados sólo desde Siria durante los más de cinco años que dura la guerra, de la obstrucción de las rutas de suministro entre Turquía y la ciudad de Alepo para favorecer el goteo más acelerado de las muertes.

Se multiplican los campos de concentración. 40.000 sudaneses hacinados en el campo de Bredjing (El Chad). 470.000 somalíes en el de Dadaad (Kenia). La humanidad, mordiéndose la ira y al mismo tiempo arrodillada ante el fusil verdugo, avanza como un tropel de esclavos y esclavas, sin fuerza siquiera para narrar su tragedia. Triste es computar la construcción de muros-frontera, separadores de una natural vecindad: el de Berlín en sus aciagos días, el de Israel con Palestina, el de EE.UU. con México, el de Melilla con todo el Sur de África, la Gran Muralla de Marruecos que impide el paso al explotado pueblo del Sahara Occidental, el muro de Arabia Saudí con Irak, el de las comunidades griega y turca y, por poner fin, el gran muro acuático del Mediterráneo, divisor de ambas orillas por donde no transitan, sino donde se han hundido para siempre más de 4.000 hermanos y hermanas nuestras que simplemente buscaban pan.

Pero si es doloroso observar los hechos, lo es más, sugeríamos líneas arriba, describir las causas que producen esas injusticias. La gran causa se llama GUERRA. Conflictos armados que han dejado miles y miles de víctimas mortales en Afganistán, Irak, Libia, Siria, Congo, Ruanda, Sudán, Yemen o Colombia –por mencionar tan solo algunos–, y han causado masivos desplazamientos forzados de población, ya sea dentro o fuera de sus fronteras.

¿Cuál es la respuesta de quienes intentamos acercarnos al estudio de la paz dentro de AIPAZ? ¿Qué reflexión nos atrevemos a ofrecer a nuestros conciudadanos, como una obligación sentida por nuestra responsabilidad de colaborar con la construcción de una civilización pacífica?

a. En primer lugar, aseveramos que no es posible entender una política que sólo hable de hechos tristes y vergonzosos, sin al mismo tiempo esforzarse por poner remedio a las causas que lo producen. Afirmamos rotundamente que es necesario poner fin a las guerras causantes de esos más de 60 millones de personas en busca de refugio, vagabundeando por las tierras y las aguas del mundo.

b. Afirmamos que esos más de 5.000 millones diarios de dólares empleados para el militarismo y el armamentismo deben ponerse al servicio del desarrollo humano, social y sostenible y a la eliminación de más de las 60.000 personas que mueren de hambre también, diariamente. Y eso lo pedimos porque sabemos que el hambre y la pobreza son igualmente engendradores de guerras.

Desde estos principios como fundamentantes de una estrategia correcta e imprescindible para ganar la batalla del respeto a la libre y pacífica circulación de las personas por el mundo, nos unimos a otras tantas organizaciones nacionales e internacionales que defienden y exigen a los Estados las siguientes medidas:

1. Cumplir los convenios internacionales y de las directivas europeas en materia de asilo y refugio (Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 y su protocolo de 1967, etc.)

2. Abrir rutas legales y seguras para evitar los peligros de quienes huyen de la persecución.

3. Garantizar sistemas adecuados de acogida para la población refugiada.

4. Respetar los derechos humanos en las fronteras para que los refugiados puedan ejercerlos en su búsqueda de asilo.

5. Garantizar la ayuda humanitaria allí donde sea necesaria.

6. Reforzar las operaciones de búsqueda y salvamento humanitario en las aguas donde se produzcan naufragios o peligros de otra índole.

7. Cumplir rigurosamente el Tratado sobre el Comercio de Armas así como las normas regionales (Posición Común en la UE) y las leyes estatales que regulan el comercio de armas. En el caso de España, la Ley 53/2007 de Comercio de Armas.

8. Evitar que las empresas transnacionales esquilmen los recursos del planeta.

9. Adoptar medidas coherentes para luchar contra la desigualdad, reducir la pobreza y prevenir los conflictos armados en cualquier parte del mundo.

10. Recuperar los fondos de la política de cooperación al desarrollo hasta alcanzar progresivamente el 0.7.

 

AIPAZ, 27 de febrero de 2016

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