Sin embargo, los bancos armados presumen de ser responsables con la sociedad. Para ello han desarrollado departamentos de Responsabilidad Social Corporativa (RSC), que se enmarcan en el enfoque stakeholder, por el que las empresas deben responder frente a la sociedad del impacto de sus actividades. Pero un banco que ayuda a la producción o venta de armamento no puede ser considerado responsable con la sociedad y, por tanto, su RSC no es más que un cúmulo de estrategias de marketing social, de acciones para limpiar la mala imagen que les pueden reportar sus inversiones irresponsables con la sociedad o que no respetan los derechos humanos. Este libro demuestra que, tan solo teniendo en cuenta las inversiones en armamento, las entidades financieras no son sinceras cuando dicen aplicar políticas de RSC y que su principal preocupación es que su reputación no se vea afectada. Frente a ello, la única opción para estar seguros de que nuestro banco no invierte en armas es la banca ética, que al contrario que la banca tradicional, asegura a sus clientes que nunca invertirá en armamento.