“En el Congo, en la Amazonia y en Colombia, algunos de los más destacados criminales acabaron siendo juzgados y condenados. Otros se aprovecharon de la prescripción de sus delitos o pusieron tierra por medio. Pero, como ocurrió con los campos de exterminio nazis, amplias capas de la “buena” sociedad conocían los hechos yt prefirieron ignorarlos. Solo la tenacidade de quienes se empeñaron en descubrirlos y denunciarlos pudo poner fin a esos ramalazos de horror e ignominia que surgen en cualquier momento.l ¡Qué difícil parece pasar del Homo hominis lupus al senequista Homo, sacra res homini!”